
Análisis del impacto económico del arte urbano y muralismo en la plusvalía, turismo y regeneración urbana
En muchas ciudades de México, una pared abandonada puede transformarse en una obra de arte. Lo que antes era solo concreto desgastado por el tiempo se vuelve lienzo, historia, punto de encuentro. Pero, más allá de la estética, esa intervención tiene un valor que trasciende lo simbólico: genera economía.
El muralismo contemporáneo —heredero de una tradición profundamente mexicana— no solo embellece. Tiene la capacidad de reconfigurar el valor de un espacio, atraer turismo cultural, fomentar el sentido de pertenencia, revitalizar zonas marginadas y abrir oportunidades para emprendedores locales.
En barrios históricamente olvidados por el desarrollo urbano, los murales han sido detonadores de cambio. Piensa en lugares como La Roma en CDMX, el centro de Oaxaca, partes de Guadalajara o barrios de Mérida: zonas que, tras un proceso de intervención artística, vieron aumentar su plusvalía, su tránsito peatonal y su percepción de seguridad. Una pared pintada, cuando se hace con visión comunitaria, puede valer más que una campaña de publicidad.
Además, el turismo creativo y cultural se ha convertido en un motor silencioso de ingresos. Visitantes que caminan para tomarse fotos frente a una obra, que consumen café en negocios cercanos, que compran postales o artesanía inspirada en el mural, que escuchan la historia detrás del trazo. Cada visitante es también un agente económico. Y detrás del mural, hay artistas, gestores, diseñadores, impresores, guías, comerciantes… un ecosistema que vive del color.
Y sin embargo, sigue habiendo resistencia a valorar estos procesos como parte integral del desarrollo económico local. Muchos gobiernos ven el muralismo como “decoración urbana” o marketing temporal. Pero cuando se planifica con las comunidades, cuando responde a un contexto, cuando es parte de una estrategia de regeneración, el arte urbano es infraestructura social.
¿Y cuánto vale un mural entonces? No hay una cifra exacta. Su valor depende del barrio, del artista, de la historia que cuenta, del impacto que genera. Pero lo que es claro es que vale mucho más de lo que cuesta.
Invertir en arte mural no es gasto, es visión. Una pared puede ser un portal económico. Una brocha puede ser una herramienta de transformación urbana.
